miércoles, 17 de abril de 2024

 

(2024). Instituto Universitario de Urbanística, Universidad de Valladolid, Valladolid. 

368 p.; 17x24 ISBN: 978-84-09-60866-9


PREFACIO (pp. 13-18).

A petición del profesor Alfonso Álvarez Mora, maestro de arquitectos urbanistas, compañero universitario y buen amigo de muchos años con sintonía de criterios urbanos radicales, prologo este libro sobre La Liquidación del Espacio Tradicional. Los Centros Históricos en España, 1960-2015, con el riesgo profesional que conlleva y asumo gustoso de antemano.

A primera vista de lector astigmático, la segunda parte del título podría parecer poco innovadora en su contenido, dada la profusión bibliográfica sobre Centros Históricos españoles; pero nada más lejos de la realidad. De corregir la miopía se encarga el rotundo enunciado inicial La liquidación del Espacio Tradicional, toda una declaración de principios preñada de compromiso social urbano de izquierda, marca de la casa.

El reposo jubilar del profesor le permite reflexionar, con perspectiva temporal bien sedimentada, sobre esta fecunda línea de investigación, abierta por él hace 55 años. A la fundamentación teórico-práctica contribuyen una solvente bibliografía internacional, la docena de libros propios, 22 artículos y 3 Proyectos I+D+i, desarrollados con su competente equipo multidisciplinar del Instituto Universitario de Urbanística de la ETSA de la Universidad de Valladolid e investigadores de distintas regiones, sus estancias sabáticas en universidades italianas y francesas, los obligados trabajos de campo, la experiencia profesional como redactor de planeamiento urbanístico y patrimonial (Madrid, Valladolid, Córdoba, Salamanca, Segovia…) y la emisión de informes técnicos inéditos.

De la estructura del libro en dos partes, dedica la primera a debatir el estado de la cuestión de los Centros Históricos, estableciendo hipótesis correlativas que caracterizan las relaciones causales entre comportamientos demográficos y estrategias inmobiliarias, responsables éstas de las tensiones centro-periferia y de los procesos de segregación, deterioro, invasión, sucesión, aniquilación y extinción del espacio tradicional, que no palían ni la catalogación selectiva, ni la legislación patrimonial, recurriendo al contraste de experiencias europeas con referencia a las buenas prácticas del Plan de Bolonia.

La oportunidad me invita a contribuir al debate profesional, siguiendo las líneas argumentales, que suscribo, del profesor Álvarez Mora. Entiendo necesario conceptualizar las distintas unidades morfológicas (en forma alguna unívocas en desarrollo y delimitación territorial) que integran la ciudad histórica espontánea, anterior al ensanche planeado: casco antiguo o núcleo genético fundacional (intramuros o no); centro histórico, conformado por el primero más los tejidos urbanos que se le yuxtaponen o superponen desde el medievo hasta mediados del XIX y primer tercio del XX, y conjunto histórico declarado, como delimitación administrativa que suele englobar el perímetro de la ciudad histórica. Y si a todo ello se une el marchamo de Patrimonio Mundial, se añaden dos arbitrariedades más: la pésima nominación de ‘Ciudad Vieja’, por el empeño de la UNESCO de traducir a las bravas la ‘Old Town’, y la delimitación de los cuestionables, por inexistentes, perímetros de protección/amortiguación.

En el tránsito del XIX al XX, la ciudad histórica experimenta los primeros procesos transformadores contenidos en los Proyectos de Reforma Interior, que, bajo pretextos higienistas (de limpieza ‘étnica’), imponen la renovación urbana de clase, abriendo la veda a la especulación del suelo y de la vivienda desamortizada, bienes escasos que trasmutan su tradicional valor de uso por el de nueva mercancía de cambio-renta en manos de los mayores contribuyentes urbanos. De ahí que en ciudades poco dinámicas (como Cáceres) la promoción del ensanche se demore, básicamente, porque el negocio reside en triturar primero la escasez del espacio interno tradicional, a lo que contribuyen las maquiavélicas Ley de Libertad de Alquileres y Ley de Expropiación Forzosa.

La transición de ciudad histórica o ciudad total a centro histórico de la nueva ciudad burguesa presenta diacronías temporales en función de las dinámicas urbanas, sociales y económicas de cada ciudad y región, y estrategias específicas de los agentes urbanos actuantes. La pérdida de su complejidad socio-funcional conlleva el desdoblamiento de la centralidad y gravedad urbanas y el inicio de la liquidación del espacio tradicional. El urbanismo de ensanche permite a la burguesía abandonar la convivencia no deseada del Espacio Tradicional, sustituir su complejidad social por la segregación socio-funcional, presumir de vivienda de prestigio y apropiarse de la nueva centralidad cívico-comercial representativa.

El centro histórico inicia así el largo éxodo hacia su declive programado, (morfológico, social, funcional y ambiental), sin otro recurso ‘defensivo’ que su declaración de Conjunto Histórico-Artístico, bajo criterios monumentalistas, sin garantías de preservación patrimonial por las ordenanzas municipales, ni de ordenación urbanística por ausencia de planeamiento.

En los primeros años 60, serán los Planes Generales de Ordenación Urbana los encargados, presuntamente, de “ordenar” el desgobierno heredado, pero el desarrollismo de la nueva ciudad vertical no lo permite. Ignoran el centro histórico o lo colmatan, según las dinámicas, y masacran la ciudad-jardín del ensanche (indefensa por encontrarse fuera del perímetro del conjunto histórico, no estar por ello protegida y no interesar su reconocimiento, ni catalogación como patrimonio construido), colmatándola con insípidos volúmenes edificados. Las Corporaciones Municipales abandonan sus responsabilidades de mejoras infraestructurales y de servicios en el centro histórico, por los escasos impuestos que perciben entonces y por la falta de rentabilidad electoral posterior.

Conforme a la genuina práctica hispana de reconstruir lo previamente destruido, los marcos normativos de la Constitución (art. 46) y de la Ley 16/1985, de 25 junio, del Patrimonio Histórico Español (LPHE) propiciaron la protección del patrimonio histórico-artístico de la ciudad heredada, y la obligatoriedad de redacción (art. 20) de Planes Especiales de Protección y Catálogos asociados.

El centro histórico se concibe, errónea y deliberadamente, como una isla ajena al organismo urbano. Planes y Catálogos protegen de forma selectiva las arquitecturas monumentales, pero no las populares, desentendiéndose del mantenimiento de residentes, de la repoblación con nuevos efectivos y de la revitalización multifuncional.

Cinco grandes contradicciones, despoblación, gentrificación, producción inmobiliaria, turistificación y terciarización, causalmente relacionadas, se concitan y solapan hoy en el reducido espacio físico de nuestros centros históricos, tensionándolos por ausencia de planeamiento y gestión.

Los sectores socialmente degradados, segregados, marginales y marginados, en despoblación continua por envejecimiento y carencias de recursos, donde los residentes-resistentes numantinos más frágiles se extinguen por la imposibilidad de migrar a las periferias, contrastan con los sectores de máxima centralidad y mayor simbolismo patrimonial, renovados y gentrificados para gente guapa cualificada y flotante, en plan reconquista de clase. Esta “repoblación” dista mucho de ser la deseada en las utópicas y fracasadas políticas de rehabilitación integrada.

En dichos sectores, la carencia de rehabilitación de arquitecturas populares (infraviviendas) y la nula promoción de vivienda pública se conjugan y contraponen con las fuertes presiones inmobiliarias privadas de construcción de nuevas viviendas de elevado precio de venta y alquileres para la demanda solvente.

Un tercer estímulo externo de mercado, la propiciada turistización de masas, invade el urbanismo y patrimonio de los Centros Históricos y reclama también pisos y apartamentos turísticos en las zonas centrales, un nuevo negocio especulativo para los opacos fondos de inversión, que renuevan o construyen inmuebles turísticos, siendo un factor más de despoblación y renovación.

 Desde los años 80, a la búsqueda, también, de la nueva centralidad representativa, se une la terciarización institucional-administrativa, pública y privada, que viene colonizando los Centros Históricos, al tiempo que retroceden las actividades artesanales y el comercio minorista tradicional. Acosado éste, en principio, por la competencia de las grandes superficies, la puntilla se la proporcionan hoy las franquicias globalizadas y la restauración, que atienden las demandas de los nuevos residentes y turistas, y el comercio digital que impone la despedida y cierre.

Frente a estas estrategias depredadoras privadas en cadena, las alternativas de las políticas públicas son: rehabilitación integrada para mantenimiento de residentes; promoción de vivienda pública para la repoblación con ósmosis social; regulación efectiva del desenfreno especulativo de los pisos turísticos, y la devolución de la multifuncionalidad perdida. Todo ello formulado desde el planeamiento urbanístico y patrimonial con la participación efectiva de la población residente. Los ayuntamientos, que tanto derrochan en cultura y turismo, tendrán que invertir primero en población, porque habitar es la función urbana por excelencia, y consumir, por muy lucrativo que sea, es un efecto secundario.

Mutaciones en cadena que permiten al profesor Álvarez Mora interpretar los Centros Históricos mediante la combinación de tres variables concatenadas: patrimonio-planeamiento-reproducción social. Propone sustituir el concepto contemplativo de patrimonio ‘artístico’ por el de patrimonio construido; adoptar la urbanística reformista italiana para ensamblar necesariamente las trayectorias vitales indisolubles de centro histórico-ciudad-territorio en las determinaciones del planeamiento general y especial, y recuperar la multifuncionalidad del espacio tradicional como territorio de reproducción social y no de renta de clase.

Desde 1982 al presente, los resultados prácticos de la rehabilitación integrada vienen siendo frustrantes, y la vigente Ley 8/2013, de 26 de junio, de rehabilitación, regeneración y renovación urbanas resulta inoperante por razones obvias, incluidas las contradicciones de su propio enunciado. No existe voluntad política de revisar la (LPHE’1985), obsoleta e inoperante, mientras se han revisado en cuatro ocasiones las legislaciones estatales de suelo-mercancía. Y los practicantes profesionales, que aún creemos en la ordenación urbana-patrimonial, si descansa en los tres pilares de planeamiento-gestión-disciplina, nos encontramos profundamente defraudados y frustrados.

En la segunda parte del libro, partiendo de las premisas antedichas, el profesor procede al contraste de sus hipótesis en núcleos urbanos españoles que contienen Conjuntos Históricos, a través del ingente e inédito estudio comparado de 250 casos, ubicados en 15 regiones españolas. Una aportación sin precedentes en la investigación sobre Centros Históricos en España. Así consigue una primera tipificación de cinco niveles de dinamismo sujetos al binomio población-producción inmueble.

A renglón seguido, dada su sensibilidad geográfica reconocida y el respeto al lugar (nada frecuente entre los arquitectos), trata de explicar los resultados a partir de la influencia que sobre ellos ejercen los condicionantes territoriales de las regiones respectivas, otorgándole al territorio el protagonismo que merece.

Descendiendo a la escala de ciudad, en el tercer análisis comparativo plantea las correlaciones centro-periferia, según el modelo urbano de renta de suelo, para luego extrapolarlas a las diversas situaciones regionales. Nada edificantes se muestran los resultados de las transformaciones urbanísticas, a partir de las sustituciones tipológicas, demoliciones y expolios patrimoniales programados por los demoledores profesionales en los 66 centros históricos estudiados. Otra muestra muy representativa de casos y situaciones.

 Ultima sus reflexiones cuestionando las políticas de rehabilitación de clase, la escasa operatividad de las Áreas de Rehabilitación Integrada (ARI) y la inoperancia de la ley de rehabilitación y renovación/regeneración urbana.

Por alusiones a la región extremeña, (cuyos conjuntos históricos fueron estudiados por el doctor arquitecto José-Carlos Salcedo Hernández y el geógrafo Adolfo Chautón Pérez), me permito aportar un par de apuntes, sobre el conjunto histórico de Cáceres-ciudad, y sobre la desprotección patrimonial y el abandono urbanístico de los Conjuntos Históricos rurales.

Cáceres, Patrimonio Mundial desde 1986, no dispone de Plan Especial de Protección hasta 1990. De forma incomprensible, se mantiene aún vigente… En su casco antiguo, la función residencial nobiliaria, extinguida en 1970, fue sustituida por la rehabilitación elitista de las viejas arquitecturas patrimoniales, refuncionalizadas con nuevos usos institucionales, culturales, turísticos y universitarios. Sin embargo, en un dislate sin parangón entre planificación urbanística y universitaria, la función universitaria inicial fue desahuciada en 1995 a un campus periférico montaraz a 7 km, con los efectos negativos inherentes sobre la revitalización socio-funcional. El casco antiguo es un ‘artístico’ museo de piedra desvitalizado, que en 2019 contenía 344 habitantes en 7,98 ha, dentro del conjunto histórico de 62,5 ha con 5.974 habitantes, distribuidos en 1.756 inmuebles y 3.886 viviendas.

De los 31 conjuntos históricos declarados, 18 (59%) son rurales <5.000 habitantes, con implantación mayoritaria de 14 (77,7%) en la Alta Extremadura. De los 18 rurales, ninguno dispone de Plan General Municipal actualizado y vigente, lo que se traduce en desorden urbanístico y arquitectónico, unido al ya irresoluble problema de la despoblación. La carencia paralela de Plan Especial de Protección afecta a 25 (80,6% del total), y, por supuesto, a todos los rurales, excepto a los núcleos urbanos de Cáceres, Mérida y Plasencia, al subcentro de Coria y a las agrovillas de Jerez de los Caballeros y Trujillo, con panorama desolador sobre el deterioro patrimonial, fruto del ‘enorme’ interés político por el mundo rural, no vaciado, sino voluntariamente desmantelado.

Las conclusiones del libro son categóricas y utópicamente propositivas: el centro histórico o espacio tradicional, compacto, complejo y multifuncional ha sido liquidado, para dar paso a un centro simplificado, apropiado por clases solventes y consumido por turistas foráneos; no puede entenderse, sino desde la íntima relación con la ciudad y el territorio, y el planeamiento ha de realizarse sobre lo existente; no puede seguir concibiéndose como espacio exclusivo y segregado, sino como un fragmento más, pero el más representativo del tejido urbano; ha de ser rehabilitado de forma integrada (morfológica, social y funcional), devolviéndole la multifuncionalidad perdida; cuando nuestras ciudades ya pierden población, carece de sentido (salvo para los promotores privados y las corporaciones en idilio de talonario), seguir calificando suelo urbanizable en periferias de ensueño, cuando centros históricos, ensanches y periferias tradicionales precisan de rehabilitación integrada, regeneración urbana y atención prioritaria.

En suma, un visión inédita, comprometida y dolorosa de los aniquilados Centros Históricos españoles, a través del medio siglo de experiencia docente, investigadora y profesional del profesor urbanista Alfonso Álvarez Mora, que no encontrarán ustedes en la literatura oficial al uso.

Que disfruten de su lectura tanto como yo, y que de salud sirva


Antonio-José Campesino Fernández

Catedrático de Geografía Urbana y Regional

Universidad de Extremadura

Cáceres, septiembre de 2023 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario