domingo, 26 de mayo de 2024

URBANISMO Y ARQUITECTURAS MILITARES RAYANAS. ELVAS, PARADIGMA DE CIDADE-QUARTEL, PATRIMÓNIO MUNDIAL (2012)

(y 8)


1.4.6. Intervenciones en la Raya

En el mapa de síntesis adjunto reseñamos las fortificaciones de la raya hispano-lusa del Miño al Guadiana:

                                       Fig. 12. Fortificaciones en la Raya/Raia ibérica (2016). 
                                          Autoría: Víctor Jiménez Barrado[13]

En la raya salmantina de Ciudad Rodrigo, se levanta de nuevo cuño el Real Fuerte de la Concepción, para hacer frente a la Plaza Fuerte de Almeida.

          Fig. 13. Planta del Real Fuerte de la Concepción (1663-1758) (Salamanca)        

En la Raya extremeña-alentejana la potenciación de los refuerzos castrenses se va a localizar a lo largo del espacio fronterizo con Portugal, principal escenario de los enfrentamientos y conflictos armados continuados durante dos siglos entre 1640 y 1812: Guerra de Restauração[14]; Guerra de Sucesión; Guerra de Independencia y hasta, incluso, la Guerra Carlista.

Destacan los recintos de: Moraleja, Zarza la Mayor, Alcántara y Valencia de Alcántara, en la Extremadura del Tajo[15] (todos ellos habían sido ciudadelas medievales pertenecientes a la Orden Militar de Alcántara)[16], y Alburquerque[17], Badajoz[18] y Olivenza[19] en la Extremadura del Guadiana[20]. 

La ordenación de tales conjuntos y la formulación de potenciales candidaturas a Patrimonio Mundial es aún una tarea pendiente[21], destacando como la más avanzada la candidatura conjunta de Almeida-Ciudad Rodrigo[22].

          

       1.4.7. La militarización del espacio urbano civil: conflictos de adaptación

 

En la constitución de la plaza de guerra se presenta una relación mal resuelta en la conjugación entre la necesidad de proteger los núcleos urbanos y los imperativos de orden estratégico-militar. Siempre surge un nivel de conflicto entre las lógicas militar y civil. La fortificación moderna como sistema más racionalizado y rígido se integra y se adapta peor a las preexistencias. La lógica organizativa de la plaza de guerra se resume como ciudad militar. La estructura urbana se encontrará subordinada a la fortificación. El gran conflicto radicaba en la conjugación del sistema viario con el recinto fortificado y en particular en el acceso e intersección con las puertas urbanas que, tras múltiples ensayos, acabaron implantándose casi siempre en medio de las cortinas. Se estableció gradualmente la adopción sistemática de cruzamiento ortogonal de los ejes viarios principales, ligando el centro urbano de la plaza principal, transformada en plaza de armas, a las puertas.

 

Los sistemas de fortificación conocerán una progresiva diversificación entre los siglos XVI y XVIII. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la rápida difusión de la fortificación italiana y de sus presupuestos urbanísticos derivados generalizó este esquema. A finales del siglo XVII Vauban introdujo nuevos elementos en la fortificación. La ingeniería militar jamás alcanzaría una resolución perfecta del problema de articulación entre fortaleza y espacio urbano. Mientras la ciudad militar de fundación se organiza desde el interior al exterior, en la ciudad fortificada moderna ocurre al contrario. Nuevos requisitos en el exterior: existencia de explanadas non aedificandi para obtener una profundidad de campo de tiro adecuada, sin obstáculos físicos, ni visuales. Precisa también de una separación interna entre el recinto murado y la zona edificada, a fin de facilitar las maniobras militares y el abastecimiento de municiones, lo que obligará a un proceso sistemático de expropiación y demolición de propiedades urbanas y rústicas, lo que coarta el crecimiento urbano horizontal, fuerza la densificación en altura y trastorna las relaciones con le exterior, convirtiendo la ciudad en un reducto aislado, sitiado.


Los efectos bélicos de la Guerra de Sucesión -1701-1714- y de la Guerra de la Independencia -1808-1812- impulsan sucesivos proyectos de refortificación abaluartada, con las técnicas más vanguardistas de la ingeniería militar de las escuelas españolas, portuguesas, holandesas y francesas.

De 1850 a 1975, la obsolescencia de la función militar y la imagen represiva de las ciudades abaluartadas precipitaron el abandono y deterioro de estas “máquinas de guerra”, sin conciencia patrimonial alguna del lado español, ni pública, ni privada, sobre su conservación y protección, en contraste con la extrema sensibilidad patrimonial portuguesa sobre la materia. Sin duda, constituyen un conjunto heterogéneo y desmembrado, geográficamente próximo, pero marcadamente separado por las deficientes infraestructuras de comunicación, situaciones que responden a la historia particular de esta frontera, pero también, y más recientemente, a decisiones basadas en criterios de sostenibilidad y racionalidad del gasto público, incompatibles con la baja densidad demográfica.

En suma, la militarización progresiva de las ciudades de frontera se realizaba mediante:

·  La progresiva ocupación de suelo urbano de carácter público (plazas) bajo la justificación de necesidades superiores de los objetivos de defensa o seguridad.

·  La indiscriminada ocupación de casas particulares por idénticos motivos.

· La imposición de limitaciones en el diseño de la ciudad, al constreñir el número de alturas de edificación y asignar determinados anchos a las calles a través de la Tratadística militar.

· La ocupación, a lo largo del XIX, de parte del patrimonio eclesiástico desamortizado.

·  La sujeción de la población a las ordenanzas militares castrenses.

La civilización del urbanismo y de las arquitecturas militares, entendidas ahora por vez primera como patrimoniales, lo iniciamos en la Universidad de Extremadura en 1981 con una línea específica de investigación que produjo la primera Tesis Doctoral del arquitecto José Manuel Pagés Madrigal[23] y la materialización de los Talleres de “Arquitecturas na Raia”[24] y culminaría la utopía con la declaración de Elvas como Ciudad del Patrimonio Mundial en Serie (2012)[25].



[13] Campesino, Antonio-José y Jiménez, Víctor. (2017): “Ciudades abaluartadas de la raya ibérica: declaraciones y candidaturas a Patrimonio Mundial”, en Castañer, Margarida; Vicente, Joan; Feliu, Jaume; Martín, Javier. (Eds.). Nuevos escenarios urbanos: nuevos conflictos, nuevas políticas. XIII Coloquio de Geografía Urbana. Grupo de Geografía Urbana (AGE), Universidad de Gerona, Gerona, pp. 374-396.

[14] Cortés Cortés, Fernando. (1986): “1640-1688. Fortificaciones en Extremadura”. Revista de Estudios Extremeños, XLII. Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz.

- Navareño Mateos, Antonio. (1986): “Fortificaciones abaluartadas en Extremadura: Planos de Juan de Landaeta”. Norba-Arte, VI (1985). Departamento de Historia del Arte, Universidad de Extremadura. Cáceres, pp. 145-157.

Testón, Isabel.; Sánchez, Carlos. y Sánchez, Rocío. (2003): Planos, Guerra y Frontera. La Raya Luso Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo. Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Mérida. 200 p.

[15] Campesino Fernández, Antonio-José. (2006):Fortificaciones abaluartadas de Extremadura: planos inéditos de Moraleja, Zarça de Alcántara, Alcántara, Valencia de Alcántara y Alburquerque”. Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXII, Número II, Mayo-Agosto. Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, Badajoz, pp. 921-946.

[16] Navareño Mateos, Antonio. (1987): Arquitectura Militar de la Orden de Alcántara en Extremadura. Editora Regional de Extremadura, Mérida.

[17] López Cano, Eugenio. (1986): El castillo de Alburquerque y su recinto amurallado. Ms. Inédito. Badajoz.

[18] Campesino Fernández, Antonio-José. (1995): “Badajoz: paradigma de ciudad fronteriza”. Anales de Geografía de la Universidad Complutense. Ciudad y Medio Ambiente. Homenaje al profesor D. Joaquín Bosque Laurel. Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, nº 15, Madrid, pp. 169-182.

- Cruz Villalón, María. (1988): “Las murallas de Badajoz en el siglo XVII”. Revista Norba-Arte, VIII. Universidad de Extremadura, Departamento de Historia del Arte, Cáceres, pp. 115-142.

Cruz Villalón, María. (1999): Badajoz, ciudad amurallada. Junta de Extremadura, Universitas Editorial, Mérida.

[19] Pagés Madrigal, José Manuel. (1982):  Olivenza: Evolución urbana de una ciudad fronteriza. ETSA, Sevilla.

-  Pizarro Gómez, Francisco Javier. (2005): Olivenza. Paisajes urbanos de Extremadura. Agencia Extremeña de la Vivienda, Urbanismo y Territorio, Junta de Extremadura, Badajoz. 145 p.

[20] Junta de Extremadura. (1994): Arquitectura y vida de frontera. Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Mérida. 79 p.

[21] Salcedo Hernández, José-Carlos. (2014): «Ordenación urbana de los municipios con fortificaciones abaluartadas en Extremadura y criterios de intervención», en Melón, Miguel Ángel; Sánchez, Rocío; Testón, Isabel. (coords.) (2014): I Jornadas Internacionales sobre la Frontera Hispano-Portuguesa y sus Fortificaciones. Ayuntamiento de Badajoz, Badajoz, pp. 271-281.

[22] Cobos, Fernando y Campos Joâo. (2013): Almeida / Ciudad Rodrigo. La Fortificación de la Raya Central. A Fortificaçâo da Raia Central. Consorcio Transfronterizo de Ciudades Amuralladas, Gráficas Lope, Salamanca. 483 p.

[23] Pagés Madrigal, José Manuel. (1995): El espacio fronterizo extremeño-alentejano: asentamientos, urbanismo y arquitectura. Tesis Doctoral inédita. Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio, Universidad de Extremadura, Cáceres. (Dir. Dr. Antonio-José Campesino Fernández). Defendida en la E.T.S.A. de Sevilla, Departamento de Urbanística, Universidad de Sevilla, Sevilla..

[24] Pagés, José Manuel y Esteves, Philippe. (1997): Arquitecturas na Raya ‘96. Castelo de Vide. Departamento de Arquitectura da Universidade Moderna /Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla. Badajoz, Arco Agüero, S.L. 71 p.

[25] Câmara Municipal de Elvas. (2015): Cidade Quartel Fronteiriça de Elvas e suas Fortificações. Patrimonio Mundial UNESCO 2012.

sábado, 25 de mayo de 2024

URBANISMO Y ARQUITECTURAS MILITARES RAYANAS. ELVAS, CIDADE-QUARTEL, PATRIMÓNIO MUNDIAL (2012)

(7)


1.4.4. Preocupaciones españolas

Con la reconquista de Granada culmina el proceso evolutivo del sistema amurallado medieval para dar entrada a los precedentes de la fortificación abaluartada bajo el imperio de Carlos V, que estructurará ciudades en España, Europa, América y FilipinasFortalezas como la de Ibiza (Giovanni Batista Calvi, 1584), Niebla, Alcalá de Guadaira, Toledo y Barcelona se significan como los precedentes españoles de la fortificación abaluartada.

Desde mediados del XVI, las preocupaciones españolas por fortificar las fronteras se centraron en la pirenaica con Francia (Fuenterrabía, San Sebastián, Pamplona), considerada esta última como el mejor exponente de fortificación abaluartada del momento, para impedir la penetración de los herejes franceses.

Felipe II llama a los ingenieros italianos Calvi y hermanos Antonelli para asesorar y construir el sistema defensivo nacional. Entran en acción, junto al capitán Baltasar Franco, en la frontera extremeña para el estudio de los sistemas defensivos. Su diagnóstico manifiesta la necesidad de introducir cambios de tropas de artillería desde Sevilla a Badajoz en 1580 y proyectos para facilitar la navegabilidad de una buena parte de los ríos de España, entre ellos, el Proyecto de Navegabilidad del Tajo de Aranjuez a Lisboa[7].

Fig. 9. Ibiza, Villa Alta. Giovanni Batista Calvi (1584). 
Patrimonio Mundial (1999). (Fototeca A.-J. Campesino)

De 1580 a 1640, Portugal es anexionada por España, bajo argumentos como los de Don Juan de Silva (antiguo embajador en la Corte de Lisboa) que justificaba la necesidad de poseer Portugal, como estrategia defensiva ya que “por Lisboa podrían entrar en la Península las naciones septentrionales... y meternos en casa la guerra y la heregía”.


1.4.5. Los sistemas españoles de fortificación.

Desde el siglo XVI se experimentan los avances de la arquitectura abaluartada en el marco del nuevo urbanismo renacentista[8]. El ingeniero militar del XVI es un artículo de lujo, porque todos dependen de la Corte y del centralismo administrativo de Felipe II. El más importante de todos los italianos en el momento de mayor actividad de la Corte fue Tiburzio Spanocchi (La Coruña), al que Felipe II nombró Ingeniero mayor y Arquitecto Militar e Hidráulico del Rey, junto a los hermanos Palearo-Fratín (Bayona), autores de los primeros proyectos de abaluartamiento de Galicia.

A fines del XVI, Felipe II funda la Academia de Matemáticas de Madrid a cargo de Juan de Herrera, que ocuparía el cargo de Arquitecto y Maestro Mayor de Obras, al objeto de sedimentar las experiencias y conocimientos técnicos aplicados en las fortalezas de todos los dominios del Reino. El arquitecto encargado de compendiar la teoría y la práctica de la fortificación española fue el español Cristóbal de Rojas, que había trabajado como maestro de obras en El Escorial a las órdenes de Juan de Herrera, así como en las obras de las murallas de Cádiz. En 1598 publica su libro Teoría y Práctica de la Fortificación. En 1613 publicó un segundo tratado Compendio y Breve Resolución de Fortificación, textos que permiten el estudio del estado de la arquitectura militar a finales del XVI. Cristóbal de Rojas defiende que el ingeniero ha de ser ante todo arquitecto con dominio del campo de la construcción[9].   

Durante los reinados de Felipe III y Felipe IV la penuria económica del Estado acaba con la tradición de los grandes proyectistas y maestros de la ingeniería militar, de origen italiano en su mayoría. Son ahora oficiales jefes del ejército los que ocupan su puesto con destino fijo en las Provincias y localidades para las que se proyectan y construyen fortificaciones[10]. 

Sebastián Fernández de Medrano (1646), Duque de Medinaceli y General de los Ejércitos de los Países Bajos, se encarga de estudiar y recopilar la Arquitectura Militar española del siglo XVII, dada su experiencia práctica en las contiendas[11]. El tecnicismo alcanzado por los ingenieros holandeses fue asimilado por el sistema español de fortificación. Recopila en dos textos los conocimientos que se explicaban en la Academia Real de Bruselas (1675), que dirigía, con notable influencia en los ingenieros militares españoles del siglo XVIII[12]. Divide la fortificación en regular (respetando trazados geométricos perfectos o modelos clásicos), irregular (adaptada al terreno o a la forma de la plaza que defiende) y real (la que no sobrepasa una línea de defensa de 600 pies). Analiza la función de las ciudadelas (pequeños recintos fortificados en el interior de las ciudades), al tiempo que marca entre 600 y 1.200 pies la distancia libre que debe separar estos fortines de las casas y edificios de la villa.

Vicente Munt, en su Tratado de Arquitectura Militar, publicado en Mallorca en 1664, dedicaba un capítulo a “Castillos, Ciudadelas y Fuerzas Reales en las fronteras”. El hecho de diferenciar los términos castillo y ciudadela responde a la analogía entre castillo y ciudad, frente a una edificación “ex novo” que se definía a mediados del XVI como “castillo que tiene sujeto a un pueblo, a la vez que lo defiende de los enemigos”. Este concepto de sujeción, ligado al de plaza fuerte, obtuvo no pocas protestas, repetidas veces, por parte del vecindario. De ahí, que las ciudadelas implicaran un control por la fuerza de los propios habitantes del lugar.

 

La preocupación extrema por el establecimiento de códigos geométricos en el diseño de estas máquinas de guerra, impele a los tratadistas a representar únicamente la estructura murada, considerando el resto de la trama urbana de ciudad como algo aleatorio que se representa en blanco. Así lo expresa Luca Pacioli en su obra “La divina proporción” cuando identifica los elementos defensivos con la ciudad en sí misma ¿Qué otra cosa son ciudadelas, torres, revellines, muros, antemurales, fosos, ciudades y castillos, sino todo geometría y proporciones?


Fig. 10. Elvas. Cartografía militar del XVII. 
El espacio urbano civil no existe para los militares.

En el Tratado de Fortificación de Juan Muller (1769), en su sección XVIII, sobre distribución de las calles y casas de una fortaleza se describe el desorden de la ciudad antigua frente a los nuevos conceptos de simetría que se pretenden inculcar: “...algunos ingenieros alemanes quieren que todas las calles saliendo del centro de la Plaza, se dirijan al medio de los baluartes y cortinas, pretendiendo que de este modo las tropas que se unan en la parada, podrán transferirse con mayor brevedad a los puestos del Recinto, donde sea precisa su existencia”. Critica las soluciones de ángulos agudos que estas normas provocan en las manzanas de la ciudad y desaconseja esta práctica, aportando toda una organización funcional de la ciudad: “No sólo se ha de atender a la regularidad de las Calles, sino también a la mejor situación de los Edificios Militares: como la Casa del Gobernador, Quarteles, Arsenales y Almacenes para pólvora y municiones. La Casa del Gobernador tiene su propio lugar en medio de uno de los lados de la Grande Plaza, en frente de la Iglesia Principal, de tal suerte que desde sus ventanas y Balcones puedan verse formadas sus Tropas, y la Guarnición sobre las Armas. En esta Plaza también debe haber un Cuerpo de Guardia para el sosiego del Pueblo...

El autor, consciente de los problemas de la estructuración interna de la ciudad con fines militares, incide en el hecho de tener en cuenta algunas plazuelas para el uso del pueblo, para que sirvan de mercado y formación de la tropa.

 

Se recomienda como ancho aconsejable para las calles principales el de 42 pies (1 pie castellano=27 cm actuales), “a fin de que permitan paso a tres Carruages juntos, y dexen lugar para la Gente de a pie y de a Caballo”. Igualmente se insiste en definir un fondo de manzana, criticando la referencia de Vauban al respecto, indicando que “...quedaba  poco lugar para construir Almacenes, Tiendas y Talleres detrás de las mismas casas de los Artesanos, cuyas oficinas son absolutamente necesarias. Y mucho menos resultará capacidad para Patios o Jardines, que no sólo son convenientes para facilitar buenas luces a los Edificios, sino también para que se ventilen bien, en beneficio de la salud de los Habitantes y conservación de sus efectos”. Conforme a los criterios establecidos se aporta un ancho ideal de manzana de 168 pies, de manera que queda interiormente un espacio libre de 42 pies, equivalente al ancho de fachada de cada una de ellas.


En el complicado panorama político-bélico del XVII, confluyen las teorías arquitectónicas militares italianas del XVI, la escuela holandesa y la emergente francesa, idóneo caldo de cultivo para la experimentación en el que sucumbirían los ingeniosos, ideales y poco prácticos sistemas renacentistas, desplazados por los complicados conjuntos externos de las fortificaciones barrocas que alejan considerablemente el frente de batalla de la muralla fortificada: fosos, revellines, baluartes, contraguardias, medias lunas, cortinas, orejones, flechas, caminos cubiertos, plazas de armas, traveses y glacis o explanadas.


Fig. 11. Elvas (2012). Elementos de la fortificación abaluartada.


[7] Arroyo Ilera, Fernando. (2003): “Marinas y riberas interiores. Notas para una Geografía del río Tajo en los siglos en los siglos XVI y XVIII”. Cuadernos de Geografía, 73/74. Universidad de Valencia, Valencia, pp. 233-258.

[8] Bonet Correa, Antonio. (1991): Cartografía militar de plazas fuertes y ciudades españolas. Siglos XVII-XIX. Planos del Archivo Militar francés. Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Ministerio de Cultura, Madrid.

[9] Cámara Muñoz, Alicia. (1989): “Fortificación, ciudad y defensa de los reinos peninsulares en la España Imperial. Siglos XVI y XVII”. La Ciudad y las Murallas. Ed. Cátedra, Madrid, pp. 89-112.

[10] Cobos-Guerra, Fernando. (2012): Las Escuelas de Fortificación Hispánicas en los siglos XVI, XVII y XVIII. Patronato del Alcázar de Segovia, Segovia. 69 p.

[11] Gutiérrez, Ramón y Esteras, Cristina. (1991): Territorio y fortificación. Vauban Fernández de Medrano, Ignacio Sala y Félix Prosperi. Influencia en España y América. Ediciones Tuero, Madrid. 326 p.

[12] Capel Sáez, Horacio. (1983): Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Barcelona.


miércoles, 22 de mayo de 2024

URBANISMO Y ARQUITECTURAS MILITARES RAYANAS. ELVAS, CIDADE-QUARTEL, PATRIMÓNIMO MUNDIAL (2012)

(6)


1.4.3. Intervenciones en la Raia


Desde 1640 se produjo la militarización de los espacios civiles urbanos de las villas de frontera, como lógica consecuencia del cambio de funcionalidad de su estructura para adaptarla a la carga bélica que adquieren las ciudades rayanas. Mientras la muralla medieval tenía la función de contener la ciudad medieval intramuros, los recintos abaluartados expresan el divorcio directo entre la forma urbana y la tipología defensiva. Incluso ciudades que nacieron ya abaluartadas (Palma Nuova) aparecen hoy a los ojos del visitante como estructuras inacabadas, no urbanizadas por exceso de militarización. Las talas de árboles de los rossíos (Elvas) reforman el paisaje urbano en la guerra de 1640. En Badajoz es demolida la ermita de Santa Marina, porque su ubicación podía ser perjudicial para la defensa de la ciudad.

Por efecto de estas innovaciones técnicas cambia la organización del espacio de frontera medieval y renacentista. Mientras en la época medieval se crean vilas con sus respectivos castelos, distribuidos homogéneamente por los sucesivos frentes de batalla, con dispersión de recursos bélicos, a partir de mediados del siglo XVII la red urbana abaluartada se convierte en un sistema defensivo dependiente de una organización jerarquizada de plazas de guerra. Cambiaron los objetivos militares: de la guerra puntual en las ciudades para control visual del territorio, teniendo la red fortificada como frontera, a la guerra estratégica por la conquista total del territorio de frontera, controlado a través de una red militar de plazas fuertes y plazas de armas.

 

La renovación del sistema defensivo iniciada en 1641 lleva aparejada la creación de las provincias militares y la centralización de las decisiones militares en el Conselho de Guerra. De capital importancia para la organización del sistema defensivo de la frontera fue la división del territorio en seis provincias militares: Minho, Trás-os-Montes, Beira, Alentejo, Estremadura y Algarve, correspondiendo a cada provincia un gobierno militar con la Vedoria-Geral da Provincia como el organismo clave de gestión. Gobernadores de las provincias, gobernadores de las plazas principales y Vedores Gerais van a adquirir una importancia inusitada en los procesos de transformación de los espacios urbanos.

 

Se instituyó para cada provincia una especie de capital militar con una sede de gobierno militar. Se reconoció el valor emergente de capital militar de Viana (importante puerto de mar), antes de que Valença (Minho) fuese más intensamente fortificada y más afectada en su espacio urbano, de Chaves (Trás-os-Montes), de Almeida (Beira) y de Elvas (Alentejo).

 

El proceso de renovación del sistema defensivo fue extremadamente lento y complejo. Las Guerras de Restauração (1641-1668), que se centraron en la disputa de los principales centros fortificados -las plazas de guerra y sus líneas de abastecimiento y acceso-, forzarán soluciones más o menos improvisadas. La prioridad correspondió a las fortificaciones del Alentejo (Elvas, Olivença, Campo Maior, Juromenha, Castelo de Vide), en la Beira (Almeida) y más tardíamente en el Minho.

 

Sobre la primera línea de vanguardia de la raya alentejana-extremeña destacan recintos fortificados o fragmentos de recintos de distinto rango y estado de conservación urbanística y arquitectónica, patrimonios construidos que mantienen la imagen de la memoria de las villas abaluartadas.


La batalla de las Linhas de Elvas (1659) mostró la necesidad de fortificar también algunos lugares más interiores. Castelo Rodrigo será el caso más emblemático, pero también algunos otros más con la construcción de uno u otro baluarte (AlfaiatesMonsantoPenamacorCastelo Mendo) mantuvieron también una guarnición militar. Pese a que 1641 marcó el avance del proceso renovador, se constata que en 1668 serían muy pocas las estructuras sólidamente construidas. 

Fruto de los conflictos bélicos y de la Tratadística Militar se produjeron las siguientes intervenciones en los siglos XVII y XVIII:

·  Abaluartamiento de las fortificaciones renacentistas existentes en la raia del Alentejo: Nisa, Marvão Arronches, Campo Maior, Elvas, Estremoz, Évora, Olivença, Mourão, MouraBeja, Serpa Mértola, para su conversión en máquinas de guerra: Plazas Fuertes y Plazas de Armas.

· Construcciones de nuevo cuño en número muy reducido por las penurias económicas.


Fig. 8. Olivença (1732) Granpré.


La cartografía del siglo XVII es parca en aspectos relativos a la fortificación, salvo la implantación de algunos edificios militares. En cambio, el desarrollo de la cartografía militar en el siglo XVIII permite estudiar los procesos de adaptación de los espacios urbanos a las plazas de guerra. El levantamiento de las plazas de Minho, efectuado por Manuel Pinto Vilalobos en 1713, la planta de Almeida, diseñada por José Fernández Pinto de Alpoim en 1736, el álbum Topograhia da Fronteira (…) da Provincia de Entre Douro e Minho, elaborado en 1758 por el sargento mayor Gonçalo da Silva Brandão, y la Planta da Praça de Almeida e Seus Ataques de Miguel Luís Jacob de 1764 demuestran que estos documentos no son meros instrumentos de trabajo, al pormenorizar aspectos del espacio urbano y del terreno envolvente, constituyendo un excelente material de investigación.


En la Campaña de 1762 (Guerra de los Siete Años)[12] con la defensa dirigida por el Conde de Lippe, estratega anglo-germánico contratado por el Conde de Oeiras con nítido propósito renovador, no fueron construidas fortificaciones urbanas de raíz, anotándose sobre todo la reformulación y refuerzo de algunas plazas principales, mediante fuertes de campaña. A partir de mediados del Setecientos las plazas de guerra tendrá una mayor complejidad en las obras de fortificación, en la profundidad de las transformaciones urbanas y en la cantidad de equipamientos militares disponibles.

 

Se aprecia fortificación en algunos otros núcleos formalmente designados como plazas de guerra: PenamacorMelgaçoMourão. Asimismo, se procede a la fortificación puntual de estructuras medievales, actuando apenas sobre la epidermis (LindosoCastelo MendoMonsantoMarvão y Monsaraz), así como fuertes aislados, sobre todo en el Minho.

 

Así, se establece una jerarquía de plazas de guerra con diferencias regionales:

 

  • Frontera del Minho: Fortificación más equilibrada, más en consonancia con la red urbana medieval. Caminha más pensada para la defensa de la hoz del río, CerveiraValença (no siendo sede del gobierno militar de la provincia, será la más coherente y fuertemente fortificada), Monção y Melgaço, que muestran un proceso de fortificación más tenue, porque a partir de este punto comienza la frontera seca y la Serra da Peneda se convierte en una frontera / fortificación natural. Intervenciones puntuales en Castro Laboreiro y Lindoso.
  • Frontera de Trás-os-MontesCuenta solamente con tres plazas de guerra: ChavesBragança (que fueron protegidas mediante fuertes situados en la proximidad del perímetro urbano débilmente fortificado y disociados de él) y Miranda do Douro, que cubren tres frentes geográficos distintos con dos zonas de raya seca y una de raya húmeda, junto al Duero. Se trata de un sector de frontera defendida naturalmente, con baja densidad demográfica y una débil red urbana anterior, y que fue un escenario secundario de guerra.
  • Frontera de las Beiras. Una región dotada de una red urbana medieval bien estructurada y marcada por una frontera fosilizada en el Côa, en la que fue más frecuente el aprovechamiento de las estructuras defensivas preexistentes (medievales y manuelinas) puntualmente modificadas. En 1647 fueron creados dos partidos militares con sede en Almeida y Penamacor, plaza que fue apenas fortificada. Procesos de fortificación iniciados, pero detenidos en Alfaiates y Castelo Rodrigo, y muy tenues en MonsantoSeguraRosmaninhalZabreira y Salvaterra do Extremo.
  • Frontera del Alentejo. Sobre una red urbana antigua y compleja en los accesos a Lisboa, la frontera es la más peligrosa, razón por la cual se inscribe el mayor número de plazas de guerra sobre conjuntos urbanos, algunos de ellos muy modificados: Castelo de VideMarvãoCampo MaiorArronchesOuguelaElvasEstremozVilaViçosaJuromenhaOlivençaMonsarazMourãoNoudarMouraSerpa y Mértola, y la única frontera que vio desde muy pronto sus ciudades más interiores guarnecidas por fortificación moderna: Évora Beja. El Alentejo constituyó durante los siglos XVII y XVIII un intenso escenario de obras de fortificación un laboratorio experimental de nuevas soluciones de arquitectura militar, absorbiendo al mayor número y más cualificado de profesionales de la ingeniería militar en el inicio de su carrera.
  • Frontera del AlgarveAlcoutim y Castro Marim.


[12] Melón Jiménez, Miguel Ángel. (2022): España en la Guerra de los Siete Años. La Campaña Imposible de Portugal y el Ejército de Prevención (1761-1764). Sílex ediciones, S.L., Madrid. 755 p.

martes, 21 de mayo de 2024

URBANISMO Y ARQUITECTURAS MILITARES RAYANAS. ELVAS, CIDADE-QUARTEL, PATRIMÓNIO MUNDIAL (2012) 

(5)


1.4.2. Tratadística: la Escola Portuguesa de Fortificações

La primera Escola Portuguesa de Fortificações fue la Escola de Santo Antão, dirigida por los Jesuitas, que formó a los primeros ingenieros militares intervinientes en las obras de fortificación de las ciudades portuguesas del período posterior a la Restauração (segunda mitad del XVII), que cursaron materias ligadas a la cartografía, la matemática y la geometría como soportes de la ciencia militar.

La necesidad de refortificación de la Raia portuguesa condujo a la fundación del Aula de Fortificação e Arquitectura Militar en 1647, dirigida por Luis Serrão Pimentel (Cosmógrafo Mayor del Reino y, más tarde, Ingeniero Mayor) que tuvo a su cargo la supervisión de todas las obras de fortificación en Portugal y territorios fuera de Europa, oficializó el título de ingeniero militar y planteó la necesidad de un tratado portugués de fortificación. Con el título de Methodo Lusitanico de Desenhar as Fortificações das Praças Regulares e Irregulares redacta este cualificado ingeniero el primer tratado portugués de fortificación, impreso en Lisboa en 1680:

Transmite la teoría moderna de los sistemas de fortificación aplicados a Europa; reformula la estructura militar de las ciudades abaluartadas en Portugal, desarrolla una teoría de intervención aplicada a la defensa de las ciudades portuguesas en los diversos territorios de África, Oriente y Brasil, e introduce teorías de intervención en la ciudad para la aplicación de las reglas urbanísticas que mejor respondieran a la organización del sistema de defensa. En el capítulo titulado ”Das partes interiores da Fortaleza, Cidade ou Villa fortificada” (pp. 319-325), su autor define conceptos ligados al urbanismo al describir la estructura urbana de la ciudad fortificada ideal, para su proyección a la mejora del funcionamiento interno de las ciudades ya existentes y a la óptima coexistencia no siempre fácil de usos militares y civiles, dentro del mismo espacio urbano.

La descripción del interior de la Plaza-Fuerte, es decir de la ciudad fortificada ideal establece jerarquía entre los espacios urbanos, define y disocia funciones civiles-militares y establece las medidas de los diferentes elementos que componen la estructura urbana. En consecuencia, la delimitación del espacio urbano debería definir un polígono regular con localización en el centro de la plaza principal, y sus lados deberían ser paralelos a las cortinas o flancos de la fortificación regular, definiendo su dimensión conforme a las dimensiones de la fortaleza. De esta plaza principal saldrían calles derechas hacia los baluartes (de 30 a 35 pies) y otras directas a las cortinas (de 25 a 30 pies); otras trasversales deberían servir a las necesidades de civiles y militares y serían más estrechas (20 a 25 pies), estableciéndose así una jerarquía de calles y plazas de armas o civiles (mercados) y de espacios públicos. Por razones defensivas, la referencia a la localización de los edificios públicos (Hospitales, Paços do Concelho, edificios militares, casa del gobernador...) se torna estratégica.

Mientras la ciudad medieval de fundación militar se organiza desde el interior al exterior, en la ciudad abaluartada moderna ocurre al contrario. Nuevos requisitos en el exterior, como la existencia de explanadas sin edificación, ni obstáculos visuales de campo de tiro; la separación externa entre el recinto murado y la zona edificada, para facilitar las maniobras militares y el abastecimiento de pertrechos y municiones, obligará a un proceso sistemático de expropiación y demolición de propiedades urbanas y rústicas, lo que coarta el crecimiento urbano superficial y trastorna las relaciones con el exterior, convirtiendo a la ciudad en un reducto aislado y auto-sitiado.

En la Tratadística Portuguesa de Fortificações interesa mucho el establecimiento diferencial entre Plazas Fuertes y Plazas de Armas, por sus repercusiones distintas en la ordenación funcional y social de la ciudad y del territorio. En la Descripción geográfica, estadística, literaria del Reino de Portugal y de los Algarbes, comparado con los principales de Europa (1833), en la que se describe el estado militar se lee: “Entre el gran número de lugares del Reyno que los portugueses y geógrafos califican con el pomposo título de plazas fuertes, no hay más que las siguientes que le merezcan realmente, á saber: Elvas, con sus dependencias, de las cuales la Lippe o Forte da Graça es la principal; Juromenha, Campo Maior, Monsanto y Marvão en el Alentejo; Peniche y los fuertes que defienden la entrada del Tajo, en la Extremadura; Almeida en la Beira y Valença en el Minho. Todas las demás no son sino plazas de armas, en las cuales están acuarteladas las tropas del ejército, pero sin que puedan considerarse plazas fuertes. La mayor parte están en la dilatada frontera de España, situadas en alturas más o menos considerables”.

Fig. 6. Valença do Minho

Fig. 7. Almeida (Beira)

Ocurría que en Portugal no existían fortificaciones regulares, sino irregulares por cuanto las obras de fortificación fueron aplicadas a villas y ciudades antiguas, con sus preexistencias urbanas civiles y militares, por lo que la fortificación irregular debería tender a la regularidad, intentando destruir el menor número de casas, tal y como se planteó la reformulación global del espacio urbano en las ciudades portuguesas fortificadas de nuevo en el XVII. 

Medio siglo después, en 1728, fue impreso un segundo tratado de fortificación de Manuel de Azevedo Fortes, entonces ingeniero mayor del Reino, con el título de O Engenheiro Português, con referencias a la Escuela Francesa del ingeniero Sebastián Le Preste de Vauban, cuyas teorías fueron difundidas a su muerte en 1707. Estos tratados lejos de representar una pura reflexión teórica, constituyen la materialización de una práctica que ya venía desarrollándose de forma empírica desde el siglo XVI.