martes, 21 de mayo de 2024

URBANISMO Y ARQUITECTURAS MILITARES RAYANAS. ELVAS, CIDADE-QUARTEL, PATRIMÓNIO MUNDIAL (2012) 

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1.4.2. Tratadística: la Escola Portuguesa de Fortificações

La primera Escola Portuguesa de Fortificações fue la Escola de Santo Antão, dirigida por los Jesuitas, que formó a los primeros ingenieros militares intervinientes en las obras de fortificación de las ciudades portuguesas del período posterior a la Restauração (segunda mitad del XVII), que cursaron materias ligadas a la cartografía, la matemática y la geometría como soportes de la ciencia militar.

La necesidad de refortificación de la Raia portuguesa condujo a la fundación del Aula de Fortificação e Arquitectura Militar en 1647, dirigida por Luis Serrão Pimentel (Cosmógrafo Mayor del Reino y, más tarde, Ingeniero Mayor) que tuvo a su cargo la supervisión de todas las obras de fortificación en Portugal y territorios fuera de Europa, oficializó el título de ingeniero militar y planteó la necesidad de un tratado portugués de fortificación. Con el título de Methodo Lusitanico de Desenhar as Fortificações das Praças Regulares e Irregulares redacta este cualificado ingeniero el primer tratado portugués de fortificación, impreso en Lisboa en 1680:

Transmite la teoría moderna de los sistemas de fortificación aplicados a Europa; reformula la estructura militar de las ciudades abaluartadas en Portugal, desarrolla una teoría de intervención aplicada a la defensa de las ciudades portuguesas en los diversos territorios de África, Oriente y Brasil, e introduce teorías de intervención en la ciudad para la aplicación de las reglas urbanísticas que mejor respondieran a la organización del sistema de defensa. En el capítulo titulado ”Das partes interiores da Fortaleza, Cidade ou Villa fortificada” (pp. 319-325), su autor define conceptos ligados al urbanismo al describir la estructura urbana de la ciudad fortificada ideal, para su proyección a la mejora del funcionamiento interno de las ciudades ya existentes y a la óptima coexistencia no siempre fácil de usos militares y civiles, dentro del mismo espacio urbano.

La descripción del interior de la Plaza-Fuerte, es decir de la ciudad fortificada ideal establece jerarquía entre los espacios urbanos, define y disocia funciones civiles-militares y establece las medidas de los diferentes elementos que componen la estructura urbana. En consecuencia, la delimitación del espacio urbano debería definir un polígono regular con localización en el centro de la plaza principal, y sus lados deberían ser paralelos a las cortinas o flancos de la fortificación regular, definiendo su dimensión conforme a las dimensiones de la fortaleza. De esta plaza principal saldrían calles derechas hacia los baluartes (de 30 a 35 pies) y otras directas a las cortinas (de 25 a 30 pies); otras trasversales deberían servir a las necesidades de civiles y militares y serían más estrechas (20 a 25 pies), estableciéndose así una jerarquía de calles y plazas de armas o civiles (mercados) y de espacios públicos. Por razones defensivas, la referencia a la localización de los edificios públicos (Hospitales, Paços do Concelho, edificios militares, casa del gobernador...) se torna estratégica.

Mientras la ciudad medieval de fundación militar se organiza desde el interior al exterior, en la ciudad abaluartada moderna ocurre al contrario. Nuevos requisitos en el exterior, como la existencia de explanadas sin edificación, ni obstáculos visuales de campo de tiro; la separación externa entre el recinto murado y la zona edificada, para facilitar las maniobras militares y el abastecimiento de pertrechos y municiones, obligará a un proceso sistemático de expropiación y demolición de propiedades urbanas y rústicas, lo que coarta el crecimiento urbano superficial y trastorna las relaciones con el exterior, convirtiendo a la ciudad en un reducto aislado y auto-sitiado.

En la Tratadística Portuguesa de Fortificações interesa mucho el establecimiento diferencial entre Plazas Fuertes y Plazas de Armas, por sus repercusiones distintas en la ordenación funcional y social de la ciudad y del territorio. En la Descripción geográfica, estadística, literaria del Reino de Portugal y de los Algarbes, comparado con los principales de Europa (1833), en la que se describe el estado militar se lee: “Entre el gran número de lugares del Reyno que los portugueses y geógrafos califican con el pomposo título de plazas fuertes, no hay más que las siguientes que le merezcan realmente, á saber: Elvas, con sus dependencias, de las cuales la Lippe o Forte da Graça es la principal; Juromenha, Campo Maior, Monsanto y Marvão en el Alentejo; Peniche y los fuertes que defienden la entrada del Tajo, en la Extremadura; Almeida en la Beira y Valença en el Minho. Todas las demás no son sino plazas de armas, en las cuales están acuarteladas las tropas del ejército, pero sin que puedan considerarse plazas fuertes. La mayor parte están en la dilatada frontera de España, situadas en alturas más o menos considerables”.

Fig. 6. Valença do Minho

Fig. 7. Almeida (Beira)

Ocurría que en Portugal no existían fortificaciones regulares, sino irregulares por cuanto las obras de fortificación fueron aplicadas a villas y ciudades antiguas, con sus preexistencias urbanas civiles y militares, por lo que la fortificación irregular debería tender a la regularidad, intentando destruir el menor número de casas, tal y como se planteó la reformulación global del espacio urbano en las ciudades portuguesas fortificadas de nuevo en el XVII. 

Medio siglo después, en 1728, fue impreso un segundo tratado de fortificación de Manuel de Azevedo Fortes, entonces ingeniero mayor del Reino, con el título de O Engenheiro Português, con referencias a la Escuela Francesa del ingeniero Sebastián Le Preste de Vauban, cuyas teorías fueron difundidas a su muerte en 1707. Estos tratados lejos de representar una pura reflexión teórica, constituyen la materialización de una práctica que ya venía desarrollándose de forma empírica desde el siglo XVI.

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