domingo, 10 de diciembre de 2023

 EL AGUA, BIEN PATRIMONIAL (ESCASO) EN LA CIUDAD DE CÁCERES.

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(Continuación)

La población urbana continuó su crecimiento y en el censo oficial 1887 alcanzó los 14.880 habitantes (+48,8%), sin que aumentase la dotación de agua para consumo y saneamiento. Lo que sí aumentó fue el nivel de contaminación por inobservancia de las mínimas condiciones higiénicas: los cántaros procedentes de cada casa eran introducidos en los depósitos de las fuentes para una mayor rapidez de aprovisionamiento; se continuaban lavando ropas y abrevando ganados en aquellos lugares de los que procedía el agua para consumo humano, y, sobre todo, las escorrentías subterráneas de las fosas sépticas y pozos ciegos de las viviendas y el mal estado de las atarjeas contaminaban los acuíferos que alimentaban las fuentes.

Entre 1870 y 1885 los brotes epidémicos tifoideos obligaron a desecar la charca de las inmediaciones de Aguas Vivas, como medida higiénica para los barrios inmediatos en julio de 1885, y proceder a la limpieza de la Ribera del Marco que se había convertido en un vertedero urbano y evitar así que “… las emanaciones deletéreas puedan infeccionar la atmósfera…” en toda una frase de la Corporación[6] .

El vecindario suplicaba, encarecidamente, al Ayuntamiento la necesidad de dotar de aguas a la ciudad en condiciones económicas y de calidad para evitar los perjuicios sobre una población de 15.000 habitantes y su economía.

Los proyectos que se intentaron abordar entre 1885 y 1889 fueron inoperantes. En 1885 se realizó una propuesta para estudiar un manantial de aguas potables en el Puerto de la Mezquita que no pudo llevarse a cabo por no tener las aguas el nivel preciso y resultar antieconómica la elevación mecánica. Como alternativa, se procedió en 1889 a realizar obras en los sumideros del Calerizo, en la parte baja de la Sierra de la Montaña, para aumentar el caudal de las aguas del Marco, a lo que contribuyeron los hortelanos y los industriales molineros.

El fracaso de tales iniciativas provocó el desánimo, al dictaminarse que el abastecimiento de aguas a Cáceres no era posible dada la topografía de su parte central, que imponía dificultades técnicamente insuperables. Ante ello, el Ayuntamiento decidió mejorar en lo posible las fuentes y los manantiales que rodeaban la ciudad, reuniendo sus aguas en depósitos y aproximándolas en lo posible para su más fácil distribución. Para ello redactó un Pliego de Condiciones que planteaba el abastecimiento de agua desde las fuentes Barba, Hinches y La Madrila hasta un depósito de acumulación de 500 m3 para su posterior elevación a un depósito de distribución de 1.000 m3 en Peña Redonda.

La escasez de agua también afectaba a los propietarios y arrendatarios de fincas de la Ribera del Marco. Amparados en el art. 228 de la Ley de Aguas de 1879, nombraron un Tribunal de Aguas, cuya conformación en Sindicato. Jurado y Comunidad de Regantes quedó ultimada en 1894, constituyéndose en 1901 en la Comunidad de Regantes de la Concordia de Cáceres[7].

El problema de la ordenación del escaso caudal de agua de la Ribera por la utilización para usos consuntivos y conflictivos ya se remontaba al siglo XV. La acequia general de riego, creada por los almohades, era aprovechada desde el siglo XII para cultivos hortícolas.

Cuenta Santos Floriano, Cronista Oficial de Cáceres que, durante la estancia de Isabel la Católica en la villa en julio de 1476, un hortelano de la Ribera le ofreció a la reina una manzana, sin saber que era la reina, detalle por el que Isabel le otorgó el favor que quisiera. La respuesta del labriego fue “que lo único que precisaba era agua para su huerto”. La reina le concedió el privilegio a dichas tierras de ser regadas con el Marco, fuera cual fuese su destino en el tiempo, disposición que se mantiene hasta hoy, en la conocida Huerta de la Merced[8]. De paso, reguló los usos del agua en las Nuevas Ordenanzas de reorganización del municipio y pacificación de la Villa y su Tierra[9]. La Ordenanza del Agua de la Ribera fue sancionada y promulgada por los RR. CC. el 1 de enero de 1494.

En 1501, la Fuente del Rey, al SE de la población, será encauzada por orden de los RR. CC., con la obligación de que cada propietario vinculado a la Ribera encauzara el tramo de afección a su propiedad, hecho de capital importancia económica para las actividades hortelanas y menestrales de sus orillas.

Todo un ejemplo a seguir en el presente para superar el desorden y la inacción pública sobre la ordenación integral de la Ribera del Marco[10] por parte de la Confederación Hidrográfica del Tajo y del Ayuntamiento de Cáceres, que siguen echándose en cara sus (in)competencias sobre dicho espacio urbano durante los últimos 40 años.

La Ribera del Marco a finales del XIX es un foco de graves fiebres palúdicas, razón por la cual el Ayuntamiento decide repoblar de eucaliptos sus márgenes para tratar de paliar los efectos nocivos de las aguas encharcadas, mejorar el ambiente urbano (a ver si lo entienden de una vez los ecologistas anti-eucaliptus urbanos) e infusionar sus hojas para contrarrestar las afecciones catarrales, bronquiales y pulmonares.

Mientras tanto, se continuaron haciendo aforos de todas las fuentes y manantiales sin resultados positivos, ya que para una población de 15.440 habitantes (1897) se requería un volumen de agua mínimo de 750.000 litros diarios, a una dotación media de 50 litros por persona, de los cuales 20 deberían ser potables y 30 no potables. Los aforos realizados por el arquitecto municipal en 1890 arrojaron un total de 74.220 litros diarios, es decir, un 9,9% de las necesidades de la población[11]. Una carencia diaria de 675.780 litros daba la medida auténtica de los acusados problemas por los que atraviesa la población.

Los esfuerzos continuaron, pero sin resultados positivos. En 1890 se realizaron trabajos de exploración y captación de aguas en la umbría de la Sierra de la Montaña y un año después (1891) se intentó poner en práctica un proyecto que ofreció el ingeniero industrial Julio Rigal para la traída de aguas del río Almonte, y luego del Tajo, sin resultados[12].



[6] Archivo Municipal de Cáceres. Libros de Acuerdos Municipales. Sesión del 16 de junio de 1885. (Ref. 202-270).

[7] Fondón, P. (2016): La historia de la ciudad de Cáceres en los márgenes de la Ribera del Marco. Arqueogestión. Arqueología y Gestión Turística. Cáceres

[8] Luceño, L. (2021): “El legado de la soberana más decisiva: Así despertó la villa del Medievo. Isabel, la reina que bordó la unidad de Cáceres”. El Periódico Extremadura, Cáceres (24/04).

[9] Floriano, A. (1917): La Villa de Cáceres y la Reina Católica. Cáceres. 2 vols.

[10] Martín, J. C.; Jiménez, F.; Flores, A. P. (2008): La cacereña Ribera del Marco. Ayuntamiento de Cáceres, Cáceres. 232 p.

[11] Archivo Municipal de Cáceres. Libros de Acuerdos Municipales. Sesión del 16 de octubre de 1890. (Ref. 202-272).

[12] Archivo Municipal de Cáceres. Libros de Acuerdos Municipales. Sesión de 26 de febrero de 1891. (Ref. 202-272).

 

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